Este proyecto nació con la voluntad de ofrecer una segunda oportunidad a jóvenes que han dejado la escuela pero que quieren formarse para vivir dignamente de su trabajo. El abandono de la escuela en Marruecos es frecuente por muchos motivos, ya he explicado varios de ellos, a los que es importante añadir la masificación de las aulas (que lleva a la formación de grupos en las escuelas, que se turnan parte de la mañana y parte de la tarde).
En un primer momento imaginé que este centro era una respuesta a la inmigración ilegal de jóvenes a España, tratando de evitar el salto del estrecho, o intentando recolocar a los menores extraditados. De hecho, la política de cooperación de España con África Subsahariana y Marruecos parece ser esta, a la vista de los viajes de Moratinos a aquellos países de donde proviene la inmigración subsahariana y las promesas de crear centros de formación allí. Desde mi punto de vista, no debe someterse la política de cooperación a las necesidades españolas, el objetivo último no debe ser evitar la inmigración, sino garantizar las condiciones de vida digna en cada país, sin cercenar el derecho de las personas a moverse libremente.
Pero la realidad de Assabil es otra. Uno de los profesores del centro nos explicaba: al tratarse de un centro hispano-marroquí muchos jóvenes ingresan pensando que el centro les abrirá las puertas de España, que acabada su formación podrán dar el salto y trabajar allí. Sin embargo, tras su formación y el periodo de prácticas el joven se da cuenta de que tiene la oportunidad de vivir dignamente de su trabajo sin necesidad de dejar todo atrás. Casi todos se quedan trabajando en su comunidad, de hecho el profesorado insiste en que la formación académica debe venir asociada con otra personal, y en la medida de lo posible, social. Por este motivo, han apoyado la formación de una asociación de antiguos alumnos para crear tejido social, facilitar la formación de cooperativas, etc.
Realmente, aquello que más me impactó de los dos breves días en Tánger fue la profesionalidad y el valor humano del profesorado que tuve oportunidad de conocer. No pude evitar llegar allá con ciertos prejuicios eurocentristas, incluso de superioridad, y me llevé una sorpresa al reconocer la alta formación pedagógica de las personas que nos expusieron sus experiencias. También su carácter crítico con el sistema educativo y las deficiencias creadas por una excesiva burocracia y centralización. Pero no sólo esto, también la complejidad de las estructuras educativas y su capacidad de innovación. Creo que las propias ONGD’s hemos hecho mucho daño al Sur en general, al ofrecer una imagen estereotipada, que no recoge la diversidad de la realidad de estos países. Hay pobreza, sí, pero también mucha gente capaz y bien formada que trabaja por su propio desarrollo. Ojalá esa pretendida horizontalidad en nuestro trabajo con el Sur pase del discurso de las palabras a los hechos y a nuestro imaginario colectivo.
fuente: El Encapuchado Naranja
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