Hay noticias que ponen los pelos de punta. Realmente, hay situaciones esperpénticas y propias de otras épocas que pensábamos ya pasadas pero que no cesan de repetirse. El racismo y la xenofobia impregnan toda Europa Occidental y Oriental: Italia, España, Francia, Austria, Rusia...
Si pensamos que este tipo de actitudes son anecdóticas y excepcionales erraremos el tiro fatalmente. El ataque racial o xenófobo son unos síntomas gravísimos sobre los que se deben tomar ya todas las medidas necesarias para evitar futuros daños irreparables. No debe pasarnos lo mismo que con la "crisis" (léase expolio): que todo iba maravillosamente de maravilla hasta antesdeayer y, ahora de repente, los bankos necesitan ser "salvados" de la quiebra. Tenemos un problema de racismo y xenofobia: no queremos moros ni negros pobres pero, eso sí, con los jeques, mafiosos y otros entes con dinero no hay ni racismo ni xenofobia que valga.
El inmigrante pobre tiene todos los números para convertirse en la cabeza de turco cuando las cosas no van bien, cuando no hay trabajo o el trabajo que hay es precario. Si, además, añadimos que la patronal, más fascista que liberal, utiliza al inmigrante para chantajear, coaccionar y recortar derechos, también a los nativos, convendremos que lo que tenemos entre manos es una bomba, y no de relojería, sino de mecha corta.
Copio y pego íntegramente la carta publicada en el Periódico de Cataluña por la víctima de este atentado racial, K. D:
"K. D.
MONISTROL DE MONTSERRAT
Soy el chico que fue víctima de una agresión con un martillo por parte del padre de otro alumno del instituto Lacetània, de Manresa. Mi origen es marroquí y eso, en este país, puede representar tu sentencia de muerte. Escribo esta carta para aclarar los hechos ocurridos el 14 de octubre, martes. El día antes, haciendo tutoría en clase y mientras hablaba con unos compañeros, R. S., un alumno al cual no conocía, me faltó al respeto por haber nacido en otro país. Me defendí, y entonces él se levantó y haciendo un gesto nazi, dijo: "Heil, Hitler. Putos moros de mierda". Al salir del centro, vino a buscarme y me preguntó: "¿Quieres que lo solucionemos ahora?". Yo ya había olvidado lo de antes, pero respondí a la provocación. Nos peleamos en la calle, hasta que la conserje vino a separarnos. Él recibió un mordisco en el pecho, y yo, un puñetazo en el ojo y arañazos. No hubo ningún desmayo, ni nada de lo que él declaró.El martes, la clase discurrió con normalidad, pero a las 10 de la mañana nos reunimos con la jefa de estudios para hablar de la pelea. R. S. afirmó: "En todos los colegios que he estado he tenido problemas con los extranjeros. Yo, a los extranjeros los ignoro; con ellos no me relaciono". Se decidió hablar con un mediador. A las 11.30 horas, después de acabado el descanso y estando ya en clase, entró un hombre con un martillo en la mano, seguido por R. S. El hombre miraba a todo el mundo nervioso, hasta que dio un martillazo en la mesa que tenía más cerca, preguntó: "¿Dónde está el moro, dónde está el puto moro, dónde está el puto moro que pegó a mi hijo ayer?". R. S. me señaló y le dijo: "Es ese". Avanzaron los dos hacia mí y el hombre me dio un martillazo en la cabeza. Por suerte, pude amortiguar el golpe y no me reventó el cráneo. R. S. también me golpeó, no sé con qué. Por fin, un compañero empujó al hombre y lo derribó, y entre todos lo redujeron. Después llegaron los profesores y los Mossos.
A causa de los golpes se me desprendió la retina; el médico dice que hay riesgo de que pierda el ojo si corro o levanto peso. Tengo miedo de caminar por Manresa. Me han expulsado del instituto, no sé si definitivamente. Vivo aquí desde que tenía 4 años; pienso en catalán. ¿Es este el precio que tengo que pagar por querer ser uno más?
K. D.
Monistrol de Montserrat"
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