¡Qué ganas, Lucce! Ya mis viejos no me pueden decir nada, puedo entrar a todas las discotecas, puedo pillar priba en el súper y en breve a sacarse el carné de conducir. ¡Tó la crema!
Sí, sí, visto así, dan ganas de volver a cumplir 18.
Resulta curioso. El pasado lunes recibimos un mail en el buzón de correo de esta web de una lectora asidua de este espacio (gracias, un besazo norteño ;-), que tiene un blog, En la Parra, que es trabajadora social, educadora social y, próximamente, antropóloga (moltats felicitats!!), en el que me linkaba una noticia aparecida en el diario Público que llevaba por titular: Inmigrante y con 18 años: doble indefensión.
Dicho reportaje venía a poner de manifiesto la escasez de recursos y salidas que encuentran los chavales inmigrantes no acompañados que hasta la mayoría de edad son tutelados en centros de protección y que cuando llegan a la mágica cifra de los 18 se ven, literalmente, en la puta calle (y en un breve periodo de tiempo después en el trullo, claro)
Desgraciadamente es una realidad que no sólo se da en Barcelona (ciudad donde se ubica el artículo) Aquí, en nuestra tierra, empieza a ser una constante que buenoooooo, psché, sí… empieza a preocupar, pero sobre la que, en mi humilde opinión, no se están poniendo todos los medios.
Ojo, que no conozco los macro-presupuestos de la excelentísima Diputación Foral, que Dios guarde en su seno, e igual no llega para esto, de acuerdo, pero sí creo que la cifra de menores no acompañados que rozan los 18 en Bizkaia es de las más elevadas de todo el Estado español, España o como diantres quieran llamarlo (si alguien me puede aportar datos concretos al respecto, lo agradecería, que no me apetece buscarlos) y, por lo tanto, sería interesante empezar a preveer. Vamos, digo yo.
Sí sé que algunas entidades de carácter social han puesto en marcha pisos de emancipación compartidos por parte de estos post-pubertos, gestionados por educadores sociales que les echan un cable en la búsqueda de salidas laborales y formativas.
Pero, como decíamos, estos recursos aquí, en Cataluña o en Fernando Pó, son escasos y, los chavales, estos moritos, que de tontos no tienen un pelo, también lo saben y, por ello, se dan el piro lejos de las instituciones antes de llegar a los 18, acabando, de esta forma, en la calle, dándole al pegamento cosa mala, como también se retrataba en la pieza de Público.
Es curioso. Es curiosa la diferencia de cómo se perciben los 18 entre el chaval del principio de esta entrada y la de un chavalito de Tánger que viene solo, obligado por su familia o por la situación de su país, desconociendo al completo el idioma, colgado de los bajos de un camión, a sabiendas de que no va a ser bien recibido…
Fuente: Educablog
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