El relato comienza a las dos y media de la tarde del domingo, momento en el que a Eduardo Romero, colaborador de asociaciones sociales como Cambalache, le paró un niño en la calle y le preguntó por la sede de la policía local. Al verle tan joven, se interesó por él. Así supo que buscaba una comisaría para tramitar su ingreso en una unidad de primera acogida para menores, ya que ese es el trámite que se exige en el Principado.
Eduardo Romero contactó con Asturias Acoge, que a su vez llamó a un educador para saber cómo debían actuar. Le explicaron que era necesario ir a la policía nacional. Su primera sorpresa llegó en comisaría. Aunque la agente que les atendió estaba dispuesta a asumir el trámite, su superior, que pasó en ese momento por la sala, se negó. Tal y como consta en la denuncia redactada por un abogado que hoy formalizará en los juzgados, les dijo que antes de llevarle a la UPA tenía que demostrar que era menor, así que ordenó que se le llevara a un albergue de la ciudad. A pesar de que trataron de que cambiara de opinión, el policía no dio su brazo a torcer y tuvieron que volver a la calle.
Ese fue el inicio de un auténtico peregrinaje. Tras consultar con un educador que conocía, optó por acudir con el menor al juzgado de guardia, acompañado por un abogado. Se lo encontró cerrado. Asegura que llamó reiteradamente a la puerta y que dio vueltas alrededor del edificio para saber si había otra entrada que no hubiese descubierto. Nada. Después trató de llamar a un teléfono que localizó. No contestó nadie. Como tampoco lo hicieron en dos números de la policía local ni del 092. Explica que lo intentó reiteradamente sin éxito entre las ocho menos cuarto de la tarde y las nueve de la noche. La última llamada fue para consultar qué podía hacer con ese niño de 14 años. Sólo había dos opciones, o se lo llevaba a casa o lo dejaba solo en el albergue. Eduardo Romero decidió por pedir al abogado que le redactara una denuncia y llevar al menor con él a pasar la noche. Todo este relato aparece descrito en el texto de la denuncia.
El lunes por la mañana, realizó algunas gestiones y, alrededor de la una del mediodía, se dirigió a la sede de la Consejería de Bienestar Social. En principio, a través del bedel, le comunicaron que ese no era el cauce legal, que debía acudir a la policía. Se negó. No iba a volver a recorrer comisarías. Fue necesaria más de una hora de espera para que un educador se hiciera cargo del asunto. Para entonces había con él otra persona y otro adolescente, otro menor extranjero no acompañado (mena), como se les conoce en el lenguaje oficial.
La Administración asturiana se hizo cargo de los dos niños. Eduardo Romero acompañó personalmente a Sufián hasta la unidad de primera acogida, porque quiso dar con él ese último paso y porque tampoco nadie de la consejería se ofreció a hacerlo. Sufián tiene cobijo y Eduardo ya no se pregunta si un niño puede vagar por una ciudad sin que nadie le haga caso.
Fuente: SDM/lavozdeasturias
Foto: Pablo LorenzanaNoticias relacionadas: Denuncia del caso del menor desatendido
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