EN la conocida novela de Goethe 'Fausto', viejo y frustrado científico, alcanzaba un pacto con Mefistófeles, enviado del diablo, llevado por un momento de desesperación. Merced a él, Fausto recuperaba la juventud perdida y alcanzaba la insatisfecha sabiduría, aunque a cambio tenía que hacer entrega de su alma, su más preciado bien. Era un acto deliberado y plenamente consciente, porque Fausto sabía que la suya era una decisión irremisible.
El proyecto de carrera profesional docente que apareció en mayo de 2007, pretendía la adhesión a un sistema de evaluación y acreditación de méritos desconocido, a cambio de unos incrementos retributivos «a cuenta». Miles de docentes asturianos se sumaron ciegamente, mostrando una confianza en la Administración hasta ahora nunca merecida, y tentados por una recompensa muy jugosa, dada la pérdida de poder adquisitivo acumulada en los últimos años. Pero las consecuencias no fueron en absoluto valoradas. Sencillamente, era un salto al vacío. Aquella firma de mayo de 2007 no era más que un contrato sin cláusulas y, por tanto, impresentable por sí mismo. Escondía mucho, mucho veneno.
Que nadie caiga ahora en el autismo y se haga el
sorprendido cuando llegue el tío Paco con la rebaja y
se 'co
bre' unas contrapartidas que, no por estar indecentemente ocultas, van a dejar de existir. Si hacemos un ejercicio de especulación fundamentada,
podemos empezar echando un vistazo al ya aprobado
Estatuto Básico del Empleado Público (de carácter estatal). Este es el documento que abre la espita, para todo el funcionariado, del concepto de carrera profesional, y contempla por primera vez el establecimiento de 'grados' dentro de cada categoría laboral (carrera horizontal). También es aquel del que tiene que derivar el futuro
Estatuto del Funcionario Docente, aún en fase de borrador, y que anticipa algunas perlas que pueden ser muy significativas, al margen de la escasamente justificada jerarquización en las percepciones salariales que contempla. Su
artículo 20, que es el que define lo que va a ser la '
evaluación de desempeño' (y del que expresamente se reconoce que incluirá a los docentes), dice en su punto 1: «
La evaluación de desempeño es el procedimiento mediante el cual se mide y valora la conducta profesional y el rendimiento o el logro de resultados». Concretado esto, añade en el punto 4: «
La continuidad en un puesto de trabajo obtenido por concurso quedará vinculado a la evaluación de desempeño de acuerdo con los sistemas de evaluación que cada administración pública determine, dándose audiencia al interesado, y por la correspondiente resolución motivada». ¿Cómo puede interpretarse esto? Previamente, en otros artículos de este Estatuto se puede leer que para poder obtener un puesto vía concurso de traslados va a ser imprescindible una evaluación 'positiva' dentro de la carrera profesional, realizada no se sabe por quién. Pero, cuidado, porque aquí también da a entender que un funcionario/a que tiene ganada
una plaza por concurso la puede perder si es 'evaluado' negativamente. Ahí queda eso.
Pues bien, la
'evaluación de desempeño' ya asoma la patita (
Resolución 20-06-08) por detrás de la puerta. Sabemos que existe ya un 'ensayo' de implantación en las administraciones asturianas, a la luz de un documento conocido recientemente, no negociado con nadie (una vez más) y realizado, además, por una empresa privada. Esta propuesta habla de 'medición' y no de evaluación (que es un concepto constructivo) de la práctica profesional, y discrimina tres bloques de factores susceptibles de valoración: a. «Actividad y competencias en la práctica profesional»; b. «Implicación y compromiso con la mejora de la organización», y c. «Desarrollo y transferencia del conocimiento».
La medición de los dos primeros bloques corresponderá al «superior jerárquico», lo que implica un grado de subjetividad realmente escalofriante. Que se preparen muchos para decir amén y realizar genuflexiones ante su director, ese futuro ídolo totémico, protector supremo y decisor sobre vidas y haciendas. ¿Y qué habrá que hacer para que el (ahora ya no electo) director te evalúe bien y así puedas cobrar? Pues decir «sí, bwana» a una serie de extras que se salen de las actuales condiciones de trabajo, conseguidas tras decenios de negociación colectiva.
Firmaste, ¿no?, pues pasa por aquí.
Pregúntese a muchos funcionarios de sanidad (que al menos firmaron algo que se podía leer),
qué cara se les está quedando ahora que les dicen que
hay que currar por las tardes.
Ahora, cualquier lector de estas líneas que sea ajeno a la enseñanza puede pensar: «estos profesores lo que no quieren es trabajar...» haciendo eco así de la propaganda del Principado que vende su encubierta reconversión (que en el fondo es de lo que se trata) como una reestructuración con la intención de mejorar el servicio a los ciudadanos. Pero no se trata de eso. No es que el trabajo en tardes, sábados o mes de julio no sea útil a la sociedad. De lo que hablamos es de dignidad en las condiciones de trabajo, de personal cualificado y de ampliación de la oferta de empleo, que es lo que debería hacerse si de verdad interesase la educación. O, lo que es lo mismo, de calidad en el servicio y calidad en el trabajo. Y de negociación.
Los docentes adheridos a eso que llaman 'carrera profesional' están cobrando al día de hoy una sustancial cantidad de dinero en retribuciones por encima de los que quedaron fuera. Y todo por hacer exactamente el mismo trabajo, pues aquello en lo que se metieron no existe, dado que es imposible legalmente desarrollarlo en este momento. Constituye una discriminación escandalosa.
Pero la receta de esta manzana envenenada tarde o temprano llegará, a no ser que antes un juez ponga un poco de cordura en todo esto. Con el decreto de mayo de 2007, cada uno firmó un particular pacto con el diablo, aunque no para recuperar la juventud, sino para cobrar unas retribuciones adeudadas tiempo ha y sistemáticamente negadas, pero que habría que haber conseguido, desde luego, de otra manera. En lugar del alma, lo que se entregó aquí fue la seguridad, las garantías en las condiciones de trabajo y la autonomía profesional. Era un adiós al trabajo en equipo, la satisfacción profesional, la vocación y el interés por formarse, así como un ¡hola! al individualismo, la mercantilización, la rivalidad, la sumisión y el amiguismo. Para muchos, lo que se ha hecho es entregar la dignidad. La diferencia es que Fausto sabía muy bien qué es lo que entregaba y qué es lo que recibía a cambio. Lo otro es puro entreguismo.
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