
Los vecinos del poblado chabolista cuentan sus problemas de frío y malestar en las infraviviendas
Los vecinos del poblado chabolista de La Paxarada quieren echar a volar. Critican que no viven en condiciones y esperan que el Ayuntamiento les ayude a buscar una solución. Viven en chabolas o en caravanas. Cuando llueve, dicen, el problema se acrecienta. El frío entra por todos los rincones de sus infraviviendas y se las tienen que apañar como buenamente pueden.
En sus casas, muchas de ellas artesanales, son comunes las ratas. «Son casi compañeras de hogar», bromea Conchi Jiménez, una de las vecinas de La Paxarada. Pese a que el Ayuntamiento ha iniciado un plan para la erradicación del chabolismo que se basa, entre otros asuntos, en la búsqueda de viviendas para los chabolistas, es el foco de todas las críticas. «No hacen más que prometer», denuncian.
«Mi hermana -Ana Isabel Jiménez- se tuvo que buscar el piso ella sola. Eso sí, el Ayuntamiento le ayuda a pagar», explica Victoria Jiménez. Ana Isabel y Mario Jiménez son la última pareja que ha abandonado el poblado chabolista de La Paxarada junto a sus cinco hijos para vivir desde la semana pasada en el barrio avilesino de La Luz. El próximo martes se derribarán sus lugares de residencia -tres caravanas y una chabola que ya ha sido derruida por los propios vecinos de La Paxarada- para evitar más asentamientos.
Mientras tanto, su familia espera que le llegue su hora. Según los habitantes de La Paxarada, en ocasiones, cuando bajan a Luanco denotan actitudes racistas. «En el instituto me hacían de menos por ser como soy y por eso lo dejé», dice Victoria Jiménez, que cursó hasta 2.º de ESO.
Agustín Jiménez es el padre de familia. Está jubilado, según dice, después de trabajar en el Ayuntamiento durante 18 años de su vida. Con su retiro ayuda a mantener una familia que vive entre chabolas y viviendas con sus hijos y nietos. Varios de los juguetes de los niños se colocan en el techo de la chabola familiar a modo de almacén.
Es la hora de la comida, Conchi prepara la pitanza, Juan Ricardo enciende la lumbre de la chimenea y los demás esperan para llenar el estómago. Las lavadoras, ubicadas fuera de las viviendas, se comparten entre varias familias y muchas de las viviendas han sido construidas de manera artesanal y «pagadas por ellos mismos», destacan. Los vecinos sólo quieren una solución: una vivienda digna
Fuente : La Nueva España. Gracias : Educación Xocial
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