
Desde el año 2003 la Asociación Azahra-Alianza Hispano-Marroquí, que preside Mohammed Smaili, colabora con la unidad de primera acogida del centro materno infantil del Parque de Invierno. Lo hace impartiendo clases de español y organizando una gran parte de las actividades que desarrollan fuera del centro los chavales marroquíes que recalan allí y que desde hace unos años son mayoría entre sus inquilinos. El año pasado 69 de los 104 menores acogidos en la unidad procedían de Marruecos.
Al principio, cuenta Smaili, la labor de la asociación se limitaba a proporcionar traductores, que resultan imprescindibles para entablar contacto con niños que llegan sin hablar español. Ahora, la asociación imparte clases con las que se refuerzan los conocimientos que adquieren en el centro en el que están escolarizados y a las que asisten como mínimo 15 chavales.
Con el transcurso del tiempo las actividades de la asociación se han diversificado. El presidente de Azahra tiene puestas muchas esperanzas en el deporte, concretamente en el fútbol. Diez niños están inscritos en los entrenamientos y han creado un equipo con el mismo nombre de la asociación, que compite en el torneo del programa de ocio juvenil «Abierto hasta el amanecer», que depende del Ayuntamiento de Gijón. En su primer partido de la temporada los chavales consiguieron el triunfo con un holgado 13 a 3, cuenta un orgulloso Smaili. «Todos los domingos hay partido y entrenamos al lado del Materno, donde podemos», dice, y hace hincapié en el hecho de que sólo quienes lo merecen por su comportamiento ingresan en el equipo. «Es un premio», declara.
La música es otra vía de la integración. Seis adolescentes marroquíes del materno infantil forman el coro de la asociación, en el que acompañan sus voces con percusión. Ya han debutado en el local de Cambalache y el próximo 20 de noviembre tienen prevista una actuación en Avilés, en lugar aún por concretar. «Hay niños con mucho talento», reconoce el presidente de Azahra.
La asociación facilita a los muchachos el mantenimiento de su cultura y sus raíces. «A una persona desarraigada le cuesta más aprender algo nuevo», opina. Por eso, explica, «los llevamos a la mezquita, celebramos la primera comida del ramadán y la fiesta del final, de vez en cuando les hacemos alguna comida típica, cuscús...».
Todas esas actividades mantienen a los chicos, muchos con problemas de adicción a sustancias inhalantes, ocupados y alejados de problemas. Eso es lo que se pretende desde la asociación. «Saben que cuando llegan aquí lo que deben hacer es integrarse y respetar a los demás», afirma Smaili.
El trabajo de la asociación con estos chicos se redondea con las clases de habilidades sociales, en las que les enseñan cómo moverse por Oviedo, a usar el transporte público y algunas normas de comportamiento para que afronten sin problemas diversas situaciones. Algunos, comenta Smaili, se sienten avergonzados por su desconocimiento del idioma y eso dificulta su integración escolar y social.
La asociación sólo dispone de algunas subvenciones y utiliza locales públicos para desarrollar sus actividades, en muchas ocasiones los centros sociales del Ayuntamiento de Oviedo. Para desarrollar sus actividades cuenta con la colaboración desinteresada de unas veinticinco personas entre las que hay médicos, psicólogos, abogados, pedagogos, etcétera. Smaili reconoce el trabajo que la unidad de primera acogida realiza con estos muchachos, para los que ese centro «es un punto de referencia. Cuando tienen un problema vuelven a él». Algo parecido ocurre con la asociación, los chicos suelen mantener la vinculación con ella. «Hay que unificar esfuerzos, uniendo a instituciones, profesionales y sociedad civil», señala y echa en falta un mayor peso de la figura del mediador, que es quien puede resolver los problemas de integración de los chicos y facilitar el seguimiento de cada caso a lo largo del tiempo. «Orientación y seguimiento hasta el final del proceso de integración. Eso es lo que falta», comenta.
Fuente: La Nueva España



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