También hace varios meses leía una noticia que recogía el dato de que en Filipinas son interrumpidos 400.000 embarazos anualmente. De manera clandestina, pues en ese país, donde "la influyente jerarquía católica se opone a cualquier método de planificación familiar", el aborto es absolutamente ilegal. Me pregunto cuántas mujeres morirán o qué tipo de secuelas sufrirán.
Parece ser que en nuestro país (+desarrollado?) la cifra de abortos, a nivel estatal, supone una cuarta parte que la de aquel, si bien nos duplican en población (aunque esto, en sí mismo, no nos diga nada pues habría que comparar, entre otras variables, ambas pirámides de población).
En cualquier caso, el aborto es una realidad. Una realidad a la que hay que dar respuesta ya, con una legislación contundente y sin medias tintas. Que sólo imponga el límite en la decis

De cualquier forma esta legislación no dejaría de ser un efecto de las causas del aborto. Y no estoy hablando de la falta de recursos económicos. Hay una causa fundamental y es la sociedad hipócrita en la que vivimos. En España (al igual que en Filipinas), impuesta por la poderosa moralidad católica, a la cual ni siquiera nuestros gobiernos de izquierda se atreven a enfrentarse (¿no eramos un estado laico?). Creced y multiplicaos; los hijos son una bendición de Dios; no folléis, la unión entre un hombre y una mujer solo tiene un fin: la procreación. Santa María, Madre Amantísima y Abnegada.
En las familias no se habla de sexo, al menos de sexo responsable. La educación afectivo-sexual brilla por su ausencia también en las escuelas e institutos (mi hija, de 13 años, dice que a sus profesores les da vergüenza pronunciar siquiera la palabra: dicen "seso" en lugar de "sexo"; me pregunto cómo practicarán el seso). Hablar de métodos anticonceptivos, de la necesidad de la sexualidad en todas las etapas de la vida, y en especial la de nuestros adolescentes, de otras orientaciones sexuales (distintas de la ÚNICA y SANA heterosexualidad), de que el placer no tiene porque estar vinculado necesariamente al amor (puede ser simplemente atracción), ...., de enseñar con sentido crítico (o al menos con sentido común), para poder tomar nuestras decisiones con libertad, responsabilidad y respeto, para poder decir "esto me gusta", "esto no me gusta" abiertamente,..., llamar a las cosas por su nombre: pene, vagina, polla, coño,... (en lugar del superpijo, eufemístico y asexuado término "cosita" o la absurda "pesetina"),..., sigue siendo una asignatura pendiente de madres, padres, educadores y políticos más progres.
En esta Bendita Sociedad de la Información, los medios de comunicación están plagados de mensajes contradictorios que influyen terriblemente en los jóvenes-futuros adultos: frente a la (supuesta) proclamación de valores de respeto y relaciones positivas y responsables tenemos un sinfín de programas de tv, (por ej.), basadas en la sumisión de la mujer al hombre, en la imagen de la mujer como objeto de deseo y disfrute, en las relaciones sexuales con violencia incluida e infligida, en los estereotipos de las personas homosexuales (¡qué promiscuos, siempre a la caza!), en que si digo no quiere decir que si, en la "realización" suprema de la mujer a través de su maternidad (¡ay, ese instinto!)...
La cuestión del aborto alude a una ausencia de Educación (afectiva-sexual), o mejor dicho a la existencia de una Educación (amplia) prejuiciosa, violenta y opresora.
En el siglo XXI, los embarazos no deseados siguen existiendo, las familias con menos recursos se llenan de hijos, el SIDA sigue matando a millones de personas y los gobiernos se empeñan o, mejor dicho, nos engañan con (sólo) medidas encaminadas para paliar los efectos: la píldora del día después, leyes política y "moralmente" correctas despenalizadoras del aborto, ayudas económicas por hijos, campañas "póntelo, pónselo"... En tanto, nadie se empeña en las causas.
Y también mientras tanto una ley de plazos sigue siendo una quimera.
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