ANTE TODO, LA VIDA
La persona que apunta por una integración emoción – razón vive para conocer, convierte su vivencia en conocimiento; en este proceso se deja guiar por sus emociones y asume los retos y dificultades que se le plantean, viéndolos como oportunidades para desarrollar habilidades nuevas, confía en la capacidad transformadora de lo que pasa. Las emociones se viven, lo que significa sentirlas en el interior; educar emocionalmente es plantear situaciones de vida y crear un clima que facilite la conversión de las vivencias en aprendizaje, por lo que las mejores oportunidades para el desarrollo son las que nos proporciona la vida. Todo esto significa que la educación debe ser educación por la vida.
Para poder emocionar a otras personas es muy importante emocionarnos, es decir, emocionarnos y emocionar con las emociones, dejarnos seducir primero para ser capaces de seducir después. Para conseguir despertar estas sensibilidades es imprescindible hacer dos cosas, por un lado, es importante que nos aseguremos de que las iniciativas que empecemos relacionadas con las emociones dejen entrever un fondo emocional rico y consistente; esto se puede realizar mediante las palabras, gestos, miradas, tono de voz, etc. Es tan necesario mostrar la seguridad como la inseguridad. Esto se puede transmitir si la actitud externa esta sintonizada con la emotividad interna, siendo ésta consciente, responsable y cuidadosa. Por otro lado, conviene cultivar el mundo de la interioridad donde se propicie el contacto humano, el compartir. Se trata de crear espacios que favorezcan las relaciones humanas.
¿QUÉ SIGNIFICADO TIENE VIVIR LAS EMOCIONES?
La emoción nos pone en contacto con la relación que tenemos con la realidad, nos proporciona información para nuestro autoconocimiento y madurez, por lo que vivir nuestras emociones es ponerse en disposición de aprender. Sentir y expresar las emociones significa sumergirse en ellas para aprovechar el poder protector y orientador que tienen. Es necesario conjugar emoción y cognición para hacer posible la integración progresiva de todas las dimensiones del ser humano. Los problemas se sitúan más en la esfera afectiva que en la cognitiva; lo que nos vincula con la realidad es la emoción, ésta representa un impulso que nos mueva hacia ideales y formas de vida satisfactorias.
Confiar en la vida significa dejar que la vida haga por mi, al tiempo que también significa actuar, arriesgarse a hacer, ya que no existe evolución sin acción, ésta implica interacción con los demás. Para identificarnos con nuestras emociones por un lado necesitamos silencio y quietud interior, y por otro, interacción con los demás y con el mundo. Vivir las emociones nos sirve para reconciliarnos con nuestra humanidad.
El conocimiento y la afectividad o emoción son necesarias; analizar los pensamientos que ocurren alrededor de nuestras emociones debería ser un paso posterior a la vivencia, ya que las explicaciones bloquean la conexión con la emoción primaria y esto puede conducir a un malestar indefinido. La única manera de que la emoción conecte con los esquemas emocionales que la originan, con las necesidades vitales y con los ideales, es que nos las dejen sentir mientras las estamos viviendo.
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